Nuestra vida quiere imitar la de Jesucristo, casto, pobre y obediente. No hay contraste entre este estado de vida y el ecumenismo; en efecto nuestra consagración da fecundidad a nuestra vida ecuménica y nuestra vida ecuménica estimula nuestra consagración a ser un testimonio auténtico de unidad evangélica. De esta comunión profunda toma forma y significado nuestro singular estilo de vida. Además de la práctica de las tres virtudes de Castidad, Pobreza y Obediencia, hay una cuarta: Fidelidad, que para nosotros Misioneros Ecuménicos es de fundamental importancia; estamos convencidos, que solo permanecidos fieles a la Iglesia y a su Jerarquía se puede ser artífices de la unidad. El orgullo y la presunción rompen la unidad; para ser verdaderos apóstoles del ecumenismo es necesario seguir con humilde y dócil FIDELIDAD las enseñanzas de aquellos que cristo ha constituido maestros y apóstoles en su iglesia.
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